lunes, 30 de abril de 2012

Huellas

Revindiqué nuestra amistad por encima de todo, y ahora se ha quedado en nada
La soledad se apodera de mi si tu te vas y te alejas. 
Dejas una huella que ni el tiempo logrará borrar jamás.


jueves, 26 de abril de 2012

Quería sentir


Quería sentir el olor de tu pelo una vez más antes de rendirme en mi lucha por conseguir  tu amor.

miércoles, 11 de abril de 2012

Quiéreme


Yo seré aquella que te acompañe en los malos momentos, intentaré hacerte reír, intentaré que saques una bonita sonrisa que me deje embobada. También estaré para los buenos ratos, reiré contigo y me alegraré junto a ti. Soñaremos juntos, con un futuro en común, y te diré los días que pasaré a tu lado. En los momentos tristes, lloraré contigo, y lloraré por ti, para evitarte el mal rato de llorar si hace falta. Cantaré cuando necesites música, pondré banda sonora a los momentos de nuestras vidas. Bailaré al ritmo de tus palabras y sonrisas. Juntos viviremos cada instante. Viajaremos a las estrellas con sólo una mirada, unas caricias y unos besos. Estaré a tu lado cuando me lo pidas, y si me pides que me vaya me iré, pero siempre permaneceré en tu corazón, y cuando me necesites volveré. Porque solo quiero de ti una sonrisa de felicidad. Quiero ser el motivo de ésta, y de todo. Déjame ser esa que te robe el pensamiento a cada instante. Deja que te guie por mi sendero de amor. Permíteme soñar a tu lado cada noche, bajo unas sabanas de seda que nos protejan del frío. Y bajo ellas hacerte volar a otro lugar. Concédeme el deseo de colarme en tu mente, e indagar a través de ella. Descubrir cada lugar, cada deseo, cada sensación y cada instante de tu vida. Consiénteme, y no permitas que me aparte de tu lado. Quiéreme. Hazlo el resto de tu vida y prometo no fallarte cuando más me necesites, y cuando menos. Prometo estar ahí, ser tuya y serte fiel, aunque miles de kilómetros nos separen. Aunque en nuestros caminos se crucen mares y océanos. Prometo colarme en tu corazón y no permitir que nadie más entre. Lo cuidaré mejor que al mío si hace falta, y si quieres te lo cambio. Porque si dependiera de vida o de muerte elegiría la muerte si con eso tu puedes vivir. Prometo apartarme si lo deseas, aunque eso cause el peor de mis males y me destroce por dentro. Aunque resquebraje mi corazón ya partido en pedacitos. Por ti recorrería la distancia necesaria, y me enfrentaría a quien hiciera falta. Sólo te pido que me dejes quererte. Que me permitas estar a tu lado, acariciarte y besarte cada día. Hacerte el amor como si no hubiera un mañana posible. Fundir mi cuerpo con el tuyo para formar uno sólo. Complacerte en lo que desees.
Sólo pido una cosa a cambio. Quiéreme.


martes, 10 de abril de 2012

Relato de amor



Lo tenía tan cerca que casi podía sentir su corazón latiendo dentro de su propio pecho.Sentía cada pulsación dentro de ella. Escuchaba su respiración agitada, y notaba su aliento sobre ella.  El calor que desprendía su cuerpo era sofocante y sentía sus brazos musculosos tan cerca de su cuerpo que le temblaba cada fibra de su ser. 


Levantó su mano para acariciarla suavemente. Sentía el tacto de su piel, de su espalda desnuda entre sus dedos. La recorrió desde la nuca, bajando lentamente, haciendo que se estremeciera. Fue bajando poco a poco, marcando cada curva, despacito.


Percibía su acelerada respiración. Las caricias de sus manos la dejaban impotente. Se estremeció una vez más, y se giró suavemente. Le miró a los ojos, transmitiéndole todo el amor que sentía. Pasaron varios segundos mirándose fijamente, cuando con su pequeña mano le acarició el rostro. Posó su dedo índice en su labio inferior y volvió a mirar esos profundos ojos azules.


Se sentía intimidado por aquella mirada penetrante. El tacto de su aterciopelada piel hizo que apartara sus ojos, para dirigirse a la mano que tenía libre. Miraba su cuerpo pequeño y vulnerable. Quería hacerla suya y no dejarla jamás. Un escalofrío le recorrió de los pies a la cabeza cuando su dedo se posó en su labio. Sus ojos volvieron a encontrarse. 


Se acercaron poco a poco el uno al otro. Estaban tan cerca que podrían atravesarse. Sus pieles se unían en una sola, y pronto los ojos se cerraron para sumirse en un cálido beso. Un beso dulce, suave y apasionado. Con ternura. Transmitiendo todos y cada uno de los sentimientos que tenían dentro de sí. Sus manos recorrían sus cuerpos desnudos. 


Sintió el calor dentro de su corazón, cuando sus bocas se juntaron. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sentimiento de libertad. Lo tenía encima, abrazándolo y  paseando las manos por su cuerpo.


Sin dejar de besarla, se desplazó sobre ella, y con los ojos cerrados, dirigido por sus sensaciones, recorriendo su figura angelical. Notaba en su interior todo el amor que ella desprendía.

Y en ese beso eterno, fundieron sus cuerpos en uno sólo.


Mi querida doncella


Dime, querida doncella,
¿qué problema tienes con la luna aquella?
Si cada noche aquí,
se hace eterna sin ella.

Tu rostro se me aparece en sueños cuando duermo,
la distancia me quema, y el insomnio se me hace eterno.
Viviendo una vida, que no he elegido,
sabiendo que estas sin tu amor querido,
sufriendo por dentro,
soñando con ese dulce encuentro.

Si supieras mi dulce princesa,
que cada día sin ti no cesa,
aquí está prohibido vivir,
aquí sin tu dulce elixir.

Cada mañana me paro a pensar un instante,
que hubiese sido de mi sin tu hermoso galante,
sin una dama con ese semblante,
sin una dama con ese talante.

No digas más,
no digas más,
pues de amor muero,
y perderte no quiero.

Que aunque la guerra no dé comienzo aún,
para mí comenzó cuando me separé de ti.

No hay noches tranquilas,
no hay noche que cierre mis pupilas.
No puedo mirar las estrellas,
no hay rastro de tus huellas.

Olvidarte


Olvidarte es recordar que es imposible, es seguir adelante cabizbaja con el recuerdo de aquello que nunca fue, es tirar la toalla cuando aún no había nada perdido, es vencerme ante el miedo de amarte, es verte marchar sin impedirlo, es acallar mi corazón que suplica desesperado, es hacer oídos sordos a tus palabras, es obviar los momentos que vivimos juntos, es renunciar a tus besos, a tu cuerpo, es retener este deseo que me quema por dentro, es acabar esta historia sin haberla empezado, es dejar sin sentido aquellas tontas palabras de amor que escribí por ti, es alejarte de mi pensamiento, es desechar tantos sueños que viajaban contigo, es perder la ilusión que me mantiene viva... Olvidarte, es aceptar que perdí de nuevo sin hacer nada para impedirlo...

(Este texto no es de mi propiedad, la encontré hace tiempo y como me siento identificada al cien por cien la cuelgo, y digo esto por si la dueña algún día lo ve, cosa que dudo, porque no sé ni quién es.)

Ella aún lo recuerda.


Ella aún lo recuerda.
Lo imagina a la perfección.
Imagina su cuerpo desnudo,
la suavidad en su piel,
aún puede sentirlo.
Todavía puede sentir su aliento en la nuca.
Recuerda perfectamente su olor.
Sus cinco sentidos aún pueden percibirlo.
Incluso puede rozarlo aún con la punta de los dedos.
Precioso, perfecto.
Ella aún lo recuerda,
sus ojos, el cielo en su mirada.
Ella aún lo recuerda.

¿Amas?


- ¿Como saber lo que es amar si no se ama? Nadie sabe lo que se siente pero todos lo han sentido. Tener a la persona que quieres y darle, en un suspiro, toda una vida.
- ¿Qué ocurre cuando pasa eso?
- ¿Eso?
- Sí, eso, darle la vida a alguien en un beso, un suspiro.
- Que igual que se la diste te la puede quitar, estamos hechos para amar.
- ¿Tu amas?
- ¿Yo? ¿Amar? Como nunca lo haré, y con toda la poca vida que he vivido y la que me queda en un suspiro no me da tiempo a dársela, tan solo porque se la quiero dar, viviéndola con él.

Caricias


Caricias son aquellas,
por las que daría la vida.
Las caricias, son ellas,
como la noche y el dia.

Besos son esos,
los culpables de mis tropiezos.
Besos son esos,
que me llegan hasta los huesos.

Tus ojos claros,
son dos dulces amparos.
Tus labios

juntandose con los míos.
Eterna ternura,
mi mayor locura...

Mirando el techo


Y fue entonces cuando el dolor de sus heridas creció,
se quedó inmóvil mirando un punto fijo de aquel techo blanco y roto de su cuarto.
No tenía nada en mente, tan solo un par de recuerdos amargos,
y el dolor volvió con aquellos tristes recuerdos,
sus heridas se abrieron de nuevo y no hubo manera de calmarlos.
Las palabras pasaban por su mente como una lluvia abundante en otoño,
aquel techo necesitaba una capa de pintura,
las telarañas lo estaban consumiendo igual que los recuerdos a ella.
No podía moverse, no podía chillar, llorar, o pegar a la pared,
sólo podía quedarse allí, en aquel rincón de la habitación,
al lado de un radiador que le daba calor, y una ventana por donde entraba el frío.
Así se sentía ella.
Había pasado los tres meses más impresionantes de su vida,
él le había proporcionado todo el calor que no tenía ella,
o almenos el que sentía que no tenía.
Si había una discusión en casa, ella le llamaba a él,
si una amiga le reprochaba algo, ella hablaba con él,
si en los estudios no le salían las cosas bien, ella lo buscaba a él,
y siempre lo encontraba en el mismo lugar de la pantalla del ordenador,
gracias a aquella gran distancia que había y que en realidad no era tanta.
Y entonces un día sin buscarlo, apareció,
y con él aparecieron las heridas y esa ventana abierta por donde no paraba de entrar un frío viento.
Una ventisca que arrasó con todo lo que había en su pequeño cuarto, en su pequeño corazón.
Aquellas palabras fueron ese viento, esa ventisca que dejó desnudo su ahora frío corazón.

Y él obtuvo lo que tanto había anhelado, obtuvo lo que persiguió durante meses;
dejar huella en ella, y de que manera la dejó.
Que queriendo olvidarse de ella, sólo pudo dar unos pasos atrás.
No la olvidó, es más, la recordó cada día que pasó,
cada instante en que ella ya no lo buscaba,
y cada mirada que ella en la distancia le dedicaba, acompañada siempre por una sonrisa.
Y él, triste y desconsolado, no podía dejar de pensar en ella,
que en vez de ayudarla a olvidarse de él para no hacerle daño,
le dejó un cuarto de corazón olvidado en ese rincón de su habitación,
mirando al techo, pensando tan solo, que le hacía falta una mano de pintura.

Rompiendo lazos


Hay veces que es mejor callar, y otra que es mejor no parar de hablar. Estás en un punto que no sabes si chillar, reír o llorar. Es uno de esos momentos en que te viene todo lo malo de golpe, y no puedes hacer nada para evitarlo. Días en los que todo iba bien hasta que la cagaste y el karma te la devuelve multiplicado por dos. Porque si haces algo mal, luego todo saldrá de la forma adecuada para que nada salga bien a tu alrededor. Pequeños errores humanos, que si se hacen repetidamente, aunque sea sin querer, pueden ser fatales. Pueden romper amistades verdaderas, amistades con años de antigüedad. Pueden romper la relación tan estrecha que tenías con la única persona que te entendía. No es coincidencia cuando más de la mitad de las personas que te conocen te abandonan porque dicen que no hay quien te aguante. Que solo haces que cagarla, meter la pata continuamente, y fallar una y otra vez a esas personas tan importantes. Dicen que si de verdad hicieras algo para solucionarlo, no sucedería una y otra y otra y otra vez. Quieres compensar el daño hecho, y no sabes cómo. No lo sabes, porque esa persona a la que le has fallado, te ha dicho que se ha cansado de tus errores continuos. Que no aguanta más malos momentos, esperas incesantes, aguardando a alguien que no llega nunca. Que se ha cansado de no decir nada, y aceptar las disculpas sin más. Y ahí es cuando se parte tu alma en dos y no entiendes como puedes cagarla tanto. Cómo puede ser que siempre ocurra lo mismo y que nunca tengas una amistad duradera. Porque los pequeños detalles son importantes pero casi nadie los ve. Pero si son errores, pequeños errores, tampoco nadie los ve, pero se acumulan en silencio, y un día estallan en tus narices y no puedes hacer nada para pararlo. Intentas luchar contracorriente, intentas evitar que se rompan esos lazos que te unen con la persona que más quieres. Que no es familia de sangre, pero debería. Aquella persona que ha estado contigo en cada momento de tu vida, en los momentos más duros y los más alegres. Los momentos más vergonzosos, y los que se muestran con orgullo. Alguien con quién has reído y llorado al mismo tiempo de alegría y de tristeza. La persona que entiende y conoce cada recoveco de tu mente, y que con sólo una mirada sabe si estás bien o mal, alegre, triste, con ganas de llorar, gritar o matar a alguien. Esa persona que lo sabe todo de ti. Y es en ese punto de la amistad que tanto conoces, que por fallos continuos no puedes evitar que se vaya resquebrajando esa alianza. Lloras y lloras, y odias tus fallos, sabiendo que podría haberse evitado de haber pensado antes. Pero eso no lo verá, porque ya no quiere saber nada de ti. Porque se ha cansado de ti, como todo el mundo hace en un punto determinado del conocimiento de tu vida. Pedirás perdón y de nada servirá, porque el daño es mayor del que creías. Sólo piensas como reparar el daño, y el dolor y el odio hacia uno mismo nublan la mente, haciendo que la tarea de buscar una solución sea más difícil. Y entonces sólo se te ocurre decir una cosa, y aunque la hayas repetido mil veces, sabes que es de corazón, y eso debería valer si la amistad es verdadera. Y lo dices desde tu más profundo arrepentimiento, desde el fondo de tu ser sólo puedes decirle a esa persona que escuche tus más sinceras disculpas. No te queda nada, tan sólo dos palabras. Lo siento.

sábado, 7 de abril de 2012

Separando sentimientos

- ¿Me quieres? - dijo él.
- Como nunca voy a querer a nadie. ¿Y tu me quieres a mi? - contestó ella con sinceridad.
- Jamás habrá ninguna como tu. - dijo dándole un beso apasionado antes de que ella pudiera decir nada.
- ¿Entonces por qué nos separamos? - dijo después del beso.

Que gran pregunta aquella. Después de tantos años vividos, sueños y experiencias. Muchos llantos en largas noches frías, y otros tantos momentos apasionados bajo el calor de sus sábanas. 
Habían luchado con todas sus fuerzas por estar juntos, y la llama entre ellos estaba más viva que nunca, estaban más unidos de lo que hubieran estado en todo ese tiempo juntos. ¿Entonces por qué se separaban?
Llantos, discusiones, malos ratos, separaciones, más llantos... Su unión había provocado tanto dolor a su alrededor como dentro de ellos mismos. Cuando estaban juntos, su compenetración era única e inquebrantable. Reían en todo momento, y las pequeñas discusiones apenas duraban un suspiro. Pero sólo cuando estaban juntos. Para sus allegados, sólo eran dos jóvenes que no paraban de romperse el corazón mutuamente una y otra vez sin cesar.
Pasaban las horas encerrados en una habitación viviendo cada momento como si fuera único e irrepetible. Y cuando salían, todo su alrededor volvía en negativo su relación. No había forma posible de ser feliz con aquel entorno. Y aquel era el motivo de sus discusiones, de sus llantos y sus tristezas. La no-aceptación de sus seres queridos de aquella relación que tanto había costado mantener.

Ella ya no podía más cada día era una nueva lucha con familia y amigos. Cada día tenía más rabia y dolor dentro, más rencor y enemistad. Sólo quería despertar para estar con él y nadie más. No escuchaba a nadie que no fuera él, porque cada vez que oía las demás voces, solo sentía dolor. Un dolor punzante en su corazón, al sentir que no podrían estar juntos y en paz si no era lejos de sus seres queridos. Y estaba cansada de aquella situación incesante dónde nadie daba su brazo a torcer.
Él nunca había querido a alguien de esa forma, y estaba cansado de no poder demostrarlo. Sus inseguridades luchaban con él a diario. Sus miedos y antiguos fracasos le frenaban la pasión continuamente. Estaba cansado de luchar cada día por el amor de su vida. Cansado de poner cara amable a los que ni si quiera se dignaban a verle. Cansado de tener que ocultarse para poder verla. Ocultos en la oscuridad de la noche y la parte trasera de un coche.

Su amor había sido apasionado, habían llorado y se habían herido el uno al otro. Habían sufrido y habían reído. Cantado, besado, abrazado y habían hecho el amor tantas veces como les fue posible. Se enfadaban y se reconciliaban. Iban y volvían. Y así durante mucho tiempo. Pero aquella vez era distinto. Los dos estaban cansados de luchar por algo que nadie apoyaba. Y aquello debía terminar antes de causar más sufrimiento a los demás. Más sufrimiento a sus corazones.

La respuesta a la pregunta pues, sería que se separaban para poder vivir en paz. Y aunque no fuera juntos, desearse lo mejor para ser felices algún día. 

Se acercaron, se abrazaron y se fundieron en el beso más apasionado que nunca se habían dado. Exprimieron todo el amor que sentían dentro de sus corazones, y se entregaron en abrazo interminable. La noche estaba sobre ellos, y aquella sería, la última vez que se verían.
Sus corazones se separaban a medida que él se alejaba, y ella se quedó allí, en el umbral de su puerta, viendo como su mitad se iba lentamente hacia un futuro mejor sin ella mientras una lágrima le recorría la mejilla. Él no quiso mirar atrás para no resquebrajar más su dañado corazón. Apretaba sus puños para no gritarle al cielo. Se aproximó al coche, y al abrir la puerta levantó la mirada y ella ya no estaba. Se desvaneció como el sueño de una noche. Y con una lágrima rozando su piel, siguió su camino, sin ella.

viernes, 6 de abril de 2012

Contigo pero sin ti.


Ella estaba en su cama, en aquel cobijo que hizo durante aquellas duras semanas. En aquellos días en los que sentía la soledad más punzante que nunca. Esos días donde no tenía a nadie con quién charlar aunque tuviera muchas personas alrededor. Tenía ganas de hablarle a alguien, contarle lo que le pasaba por la mente, pero cada vez que lo intentaba se retiraba porque no encontraba las palabras adecuadas y sentía que nadie podía entenderla, nadie que no fuera él. Pero él no estaba, él la había dejado en aquella fría y pequeña cama, diciéndole que no se enamorara de él para no sufrir, aunque ya era demasiado tarde. Ella tenía esos ojos clavados en su mente, sentía el tacto de sus manos en todas las partes de su cuerpo, el rozar de sus labios en su piel. Ese cosquilleo suave pero intenso que le recorría el cuerpo entero cada vez que él la miraba, cada vez que lo tenía cerca.

Aquella era la chica que se había escondido después de tantos fracasos amorosos, y que sólo había salido para verle a él, y él no la quería ver. Tenía miedo. Miedo al amor, y a la distancia. Miedo a la traición y a los celos. Miedo al fracaso y al dolor. Tenía miedo de perderle, de no poder hacerlo feliz, y de llorar. Llorar una vez más después de tantas.

Sentía la necesidad de estar a su lado, y no separarse jamás de él. Tenía esa terrible necesidad de besarlo, mirarlo a los ojos y decirle las cosas más bonitas que salieran de su corazón. Pero no podía hacerlo, porque una vez más el miedo se había apoderado de su corazón y de su mente. No pensaba con claridad, no veía la realidad. Y esque lo iba a intentar. Quería decirle lo que sentía por él, que no quería separarse de nuevo, y que por él sería capaz de ir dónde fuera necesario. No había nada que perder, solo lo podía perder a él, si es que en algún momento le perteneció durante un solo instante.