sábado, 7 de abril de 2012

Separando sentimientos

- ¿Me quieres? - dijo él.
- Como nunca voy a querer a nadie. ¿Y tu me quieres a mi? - contestó ella con sinceridad.
- Jamás habrá ninguna como tu. - dijo dándole un beso apasionado antes de que ella pudiera decir nada.
- ¿Entonces por qué nos separamos? - dijo después del beso.

Que gran pregunta aquella. Después de tantos años vividos, sueños y experiencias. Muchos llantos en largas noches frías, y otros tantos momentos apasionados bajo el calor de sus sábanas. 
Habían luchado con todas sus fuerzas por estar juntos, y la llama entre ellos estaba más viva que nunca, estaban más unidos de lo que hubieran estado en todo ese tiempo juntos. ¿Entonces por qué se separaban?
Llantos, discusiones, malos ratos, separaciones, más llantos... Su unión había provocado tanto dolor a su alrededor como dentro de ellos mismos. Cuando estaban juntos, su compenetración era única e inquebrantable. Reían en todo momento, y las pequeñas discusiones apenas duraban un suspiro. Pero sólo cuando estaban juntos. Para sus allegados, sólo eran dos jóvenes que no paraban de romperse el corazón mutuamente una y otra vez sin cesar.
Pasaban las horas encerrados en una habitación viviendo cada momento como si fuera único e irrepetible. Y cuando salían, todo su alrededor volvía en negativo su relación. No había forma posible de ser feliz con aquel entorno. Y aquel era el motivo de sus discusiones, de sus llantos y sus tristezas. La no-aceptación de sus seres queridos de aquella relación que tanto había costado mantener.

Ella ya no podía más cada día era una nueva lucha con familia y amigos. Cada día tenía más rabia y dolor dentro, más rencor y enemistad. Sólo quería despertar para estar con él y nadie más. No escuchaba a nadie que no fuera él, porque cada vez que oía las demás voces, solo sentía dolor. Un dolor punzante en su corazón, al sentir que no podrían estar juntos y en paz si no era lejos de sus seres queridos. Y estaba cansada de aquella situación incesante dónde nadie daba su brazo a torcer.
Él nunca había querido a alguien de esa forma, y estaba cansado de no poder demostrarlo. Sus inseguridades luchaban con él a diario. Sus miedos y antiguos fracasos le frenaban la pasión continuamente. Estaba cansado de luchar cada día por el amor de su vida. Cansado de poner cara amable a los que ni si quiera se dignaban a verle. Cansado de tener que ocultarse para poder verla. Ocultos en la oscuridad de la noche y la parte trasera de un coche.

Su amor había sido apasionado, habían llorado y se habían herido el uno al otro. Habían sufrido y habían reído. Cantado, besado, abrazado y habían hecho el amor tantas veces como les fue posible. Se enfadaban y se reconciliaban. Iban y volvían. Y así durante mucho tiempo. Pero aquella vez era distinto. Los dos estaban cansados de luchar por algo que nadie apoyaba. Y aquello debía terminar antes de causar más sufrimiento a los demás. Más sufrimiento a sus corazones.

La respuesta a la pregunta pues, sería que se separaban para poder vivir en paz. Y aunque no fuera juntos, desearse lo mejor para ser felices algún día. 

Se acercaron, se abrazaron y se fundieron en el beso más apasionado que nunca se habían dado. Exprimieron todo el amor que sentían dentro de sus corazones, y se entregaron en abrazo interminable. La noche estaba sobre ellos, y aquella sería, la última vez que se verían.
Sus corazones se separaban a medida que él se alejaba, y ella se quedó allí, en el umbral de su puerta, viendo como su mitad se iba lentamente hacia un futuro mejor sin ella mientras una lágrima le recorría la mejilla. Él no quiso mirar atrás para no resquebrajar más su dañado corazón. Apretaba sus puños para no gritarle al cielo. Se aproximó al coche, y al abrir la puerta levantó la mirada y ella ya no estaba. Se desvaneció como el sueño de una noche. Y con una lágrima rozando su piel, siguió su camino, sin ella.

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